Bullying, ¿Consecuencia de un sistema injusto?
Al momento de hablar acerca de bullying nos situamos
dentro de los establecimientos educativos debido a que este fenómeno ocurre únicamente
allí. En la relación entre pares, estudiantes, alumnos, se manifiesta la problemática
que, como plantea Dan Olweus (pionero en la utilización del término) “es una
conducta de persecución física y/o psicológica
de un/a alumno/a contra otro/a” y tiene en sus características, como remarca
Olweus, “una repetición en los incidentes a lo largo del tiempo”[1].
Sin embargo, su causa radica fuera de los colegios. Cuando
comenzamos a profundizar en el problema nos encontramos con un contexto social
que padece la violencia, y que repercute en cualquier ámbito o espacio público.
Esta violencia social comienza en las injusticias proporcionadas
por el sistema en el que vivimos, el cuál produce grandes brechas dentro de una
sociedad. Estas diferencias que se evidencian en la falta de posibilidades, que
un amplio sector no puede acceder, y ante la poca esperanza de progreso,
condiciona a un estado de violencia.
No obstante, vale mencionar que el bullying no distingue
clases sociales, ya que aparece tanto en instituciones públicas como privadas,
pero, está enmarcado dentro de un contexto que lo determina. Y es por eso, que
este fenómeno escolar tiene como una de sus características principales, discriminar
y no aceptar al otro por tener diferentes gustos y/o pensamientos.
El bullying no es un fenómeno aislado, es
consecuencia de una sociedad, en el cual los valores pierden significancia, en
donde el otro no interesa y en el que cada uno aporto desde su indiferencia,
para la construcción de esta problemática.
Por lo tanto, el panorama que presentan nuestras
ciudades con sectores desprotegidos, marginados y direccionados a un rincón sin
tener posibilidad de salir de ahí, es la misma que ocurre dentro de los
colegios con las victimas del bullying. Estos chicos sufren el acoso constante
de un hostigador, como un pibe de barrio sufre la discriminación de la sociedad,
lo cual, como manifiesta Olweus: “Sitúa a la víctima en una posición de la que difícilmente
pueda salir por sus propios medios”.[2]
Estas relaciones de violencia provocan en el agredido efectos negativos y
dificultan su integración.
La violencia va ocupando varios espacios. En similitud
con lo que sucede en las escuelas, podemos observar como en el fútbol también se
presenta. Si bien allí, contiene un entramado político, económico que no ocurre
con el bullying pero que nos permite visibilizar el núcleo en cuestión.
Frente a esta problemática, no debemos ir
exclusivamente hacia los colegios para desentramarla. Sino que debemos
plantearnos como sociedad, nuestra relación con el otro y poder proyectar un
progreso colectivo que incluya a todos. Además, trabajar en conjunto para
fortalecer la unión, solidaridad, compañerismo y poder aceptar al otro en sus
gustos, formas, pensamientos, para no crear diferencias.
A partir de una construcción
solidaria entre todos, podríamos hablar que en los colegios no exista más
bullying. Pero, mientras continúen existiendo clases oprimidas que no puedan
progresar, en cuanto se estigmaticen a los pibes de barrio por su vestimenta y
forma de expresarse y en tanto las injusticias sociales sigan golpeando a los
pueblos, la violencia en las escuelas continuará.
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